Prólogo

Agarro con fuerza al ladrón, que trata inútilmente de zafarse. Miro a la mujer a los ojos, son fríos, profundos, y llenos de pasión. -Deberías pedirle disculpas.Digo zarandeándolo y colocandolo junto a ella.-¿Que quieres hacer con este ladrón?

-Soy Reinarz. Encantado, Seoni. - Digo mientras observo a la madre y su hija marcharse.-Ciertamente, la mayoría de la gente parece ignorar los problemas ajenos. Es una pena, por eso el mundo esta abocado a la ruina. ¿Que te trae a Puerta de Baldur?- Pregunto amablemente y mirando a la chica de cabellos blancos.

Obviamente este tipo no va a aceptar las disculpas. Pero la gente comienza a congregarse a nuestro alrededor y pronto llamaremos la atención de la guardia. Entrego unas monedas que he robado recientemente y me disculpo de nuevo. Tras eso me alejo del hombre y la multitud. -Disculpe las molestias, espero que esto compense mi falta.- Tras eso sigo caminando, hasta que veo una escena que me resulta curiosa. Un semiorco sujeta fuertemente a un ladrón y lo zarandea frente a una hermosa mujer.

La niña parece estar bien, ya camina junto a su madre. La mujer y el hombre que la han auxiliado, parecen mantener una conversación amistosa. "Debe ser agradable". Hace tiempo que no mantengo contacto más que con mis libros y mis "acompañantes". Un extraño impulso me incita a acercarme, pero vuelvo a dudar. Aunque esto causa una extraña situación. Todos caminan y se alejan, mientras yo me quedo solo e inmóvil observando a la pareja, sin duda llamando la atención. "Maldición"

-No te preocupes.- Le digo con una sonrisa.-No es necesario que nos compenses por nada. Solo hicimos lo correcto. Me alegro de que todo haya salido bien. Por cierto, mi nombre es Kadim, y el es mi hermano Cian.

Enfundo mi arma, tras comprobar que el ladrón no esta cerca. - No tienes que agradecer nada. Nosotros ya nos vamos- Mi rostro se vuelve frío e inexpresivo. A pesar de que Kadim nos ha presentado, y claramente, desea conversar con ella.

-Se merece una lección. - Digo con la mano todavía en la empuñadura. - Debería cortarte las manos para que dejes de quitarle las pertenencias a los demás – Intento intimidarle, asustarle, aunque la verdad es que no tengo intención de hacerlo. Hago el amago de desenfundar la espada a la espera de que se disculpe.

- Me parece que es una castigo justo, pero podrías tener problemas con la guardia. No obstante, no deberíamos dejar que se fuese sin más.- Aprieto su muñeca con fuerza, para causarle una contusión.- Aun así, es a ti a quien ha tratado de robarte.- Lo suelto con violencia contra el suelo, haciendo que se quede postrado ante ella.- Lamento mi intervención. Pero no podía simplemente dejarlo pasar sin más. Mi honor no me lo permite.- Le lanzo una mirada de disculpa, y dejo que obre su justicia con el ladrón, la que sea. Aunque no la comparta.

-Estoy aquí de paso. Aunque no lo parezca por mi aspecto he sido contratada como guardia, pero todavía tengo un poco de tiempo antes de que comience mi trabajo e iba a disfrutar un poco de la ciudad – muevo la mano señalando lo que nos rodea. Al parar, mi mano queda señalando a un hombre de piel muy pálida y cabello albino y largo que nos observa - ¿y a ti que te ha traído aquí? –Digo distraída, mi mirada se centra en el desconocido. - ¿Conoces a ese hombre?

– Sois muy amables, gracias de nuevo. - Le dedico una sonrisa sincera. – Aunque no sea necesario compensaros me gustaría hacerlo. Hace tiempo que no tengo la oportunidad de conocer a gente como vosotros. – El cambio de actitud de Cian llama mi atención. Sin darme cuenta camino hacia él y le cojo del brazo. – ¿Estas bien? – Me pongo nerviosa en cuanto hago la pregunta – Perdona – rápidamente suelto su brazo avergonzada. – Por cierto, mi nombre es Rozalia. - Cambio de tema.

¿Por qué se disculpa por hacer lo correcto? Me sorprende mucho su actitud, no estoy acostumbrada a que me traten así. Algo que me llena de calidez y rabia al mismo tiempo. No entiendo por qué alguien bueno, considerado y correcto a de disculparse y alguien indecente y despreciable no lo ha hecho aún. -Si lo saco de la ciudad no tengo por qué llamar la atención de nadie – Miro al ladrón con desprecio. - Y bien que vas a hacer, si me das una disculpa sincera escucharé su propuesta de llevarte ante la guardia, si no te sacaré de la ciudad y seré yo quien dé cuenta de ti.

- También estoy aquí por trabajo.- contesto a Seoni.- No, no se quien es, pero parece tener cierto interés en nosotros. ¿Deberíamos averiguar que es lo que quiere?- Digo reparando en el hombre pálido de cabello blanco y envuelto en su capucha, que nos observa. Casi sin esperar a la reacción de Seoni me acerco hasta él.

Me sorprende la actitud de Rozalia, cuando me agarra el brazo reacciono dando un ligero paso atrás, pero pronto lo suelta. - Bueno, nos disponíamos a hacer unas compras y buscar una posada. Podrías acompañarnos si lo deseas- Yo mismo me sorprendo de mi oferta.

Veo como agarra el brazo de Cian, y que pronto lo suelta algo avergonzada. La actitud de Cian me sorprende aún más. ¿Acaba de invitarla a acompañarnos? Sonrió sorprendida. -¡Claro! Sera agradable contar con algo de compañía femenina.- Digo lanzandole un guiño a Rozalia y mirando sorprendida a Cian.

Mientras me aproximo a la hermosa mujer y el imponente semiorco, puedo escuchar como el ladrón se disculpa aterrorizado y sale corriendo lo más rápido que puede. Sonrió ante la escena. La mujer hace ademán de capturar al ladrón, pero me apresuro a interponerme. -Discúlpeme, señorita, pero ese hombre ha aprendido la lección. Sería mejor dejarlo estar. Además, no opera solo y podría meterse en una situación complicada.

Mientras observo la zona para decidir mi destino, escucho la patética y asustada disculpa del ladrón. Que se apresura a huir de allí, tan pronto como se le presenta la ocasión. La mujer se mueve velozmente para tratar de evitar su huida, pero de forma furtiva y ágil, el tiefling de la discusión de hace un momento se interpone en su camino. Como acto instintivo, le agarro del hombro con fuerza. -No deberías meter las narices en una situación que te es ajena. Ese hombre debe pagar por su delito, y la señorita sabe cuidarse sola.

Si ninguno le conocemos por qué nos observa así. Hago memoria por si le he visto alguna vez y no lo recuerdo. Tiene aspecto de hechicero, será por eso. No lo creo, no recuerdo a nadie con ese aspecto - Si, por qué no. – Digo viendo cómo se aleja Reinarz. – Al menos podrías esperarme. -Camino hasta ponerme a su altura. El hombre parece un poco sorprendido al ver que nos acercamos a él.

Que me ha ocurrido, por qué he reaccionado así. Los recuerdos me asaltan de golpe, el motivo que me hizo dejar mi vida atrás. El recuerdo de ver a mi amado convertirse en alguien diferente al que era, maldito por entregarle mi corazón. Al ver a Cian volverse frio y distante tan de repente he vuelto a ese instante. Guardo mi pena en lo más profundo de mi corazón y vuelvo al presente. – Me gustaría mucho acompañaros. Yo también buscaba una posada antes de que apareciera ese ladrón.

-Mi amigo tiene razón no deberías inmiscuirte. Te has puesto en mi camino dejándole escapar. – Digo alzando la voz – Ese hombre merece un castigo y más aún si no trabaja solo, ¿Cuánta gente tiene que sufrir sus crímenes? Si se ganara el dinero de una forma digna no tendría este tipo de problemas – Cojo la mano del semiorco con amabilidad – Vayámonos no merece la pena perder el tiempo aquí.

Me maldigo a mi mismo por haber llamado la atención de ambos. Observo como se aproximan hasta mi. Me debato entre hacer como si no me hubiese percatado y seguir mi camino o esperar para ver su reacción. De alguna forma, la humanidad que queda en mi me incita a esperar y ver que tienen que decirme.Aun así, murmuro los primeros versos de uno de mi hechizos, para estar listo para usarlo en caso de ser necesario. Tuve un sueño, o visión sobre algo oscuro que se cernía sobre Puerta de Baldur, o eso creo, así que, debo estar preparado para lo peor. Pierdo la concentración justo instantes antes de que me alcancen, algo en el aura de esa mujer ha nublado mi percepción, es algo que siento en su sangre. ¿Pero que?

- Creo que ambos habéis malinterpretado mi intención. No quería ayudar a ese ladrón, aunque debo añadir que esa es una profesión tan valida como otra, y puedo demostrarlo.- Miro a ambos y les hago un gesto para que miren en una dirección.- Sus compinches ya os habían echado el ojo, y no creo que deseéis tener problemas con todo el gremio de ladrones de Puerta de Baldur. Espero que me perdonéis por mi atrevimiento, pero ambos me parecéis gente de bien. Tras eso dejo que se alejen si es lo que quieren, pero mantengo la guardia, no me fío de lo que ese semiorco aguerrido este pensando en hacer, y no me cogerá con la guardia baja.

Alguien que lleva una banda de aspecto oficial empieza a hablar en el escenario, pero el ruido de la multitud hace que sea imposible de entender lo que está diciendo.
Poco después, se hace evidente que el individuo estaba haciendo una presentación. La multitud estalla en vítores cuando un anciano de aspecto sorprendentemente fuerte se planta en la parte delantera de la plataforma. Los vítores, aplausos y lanzamiento de sombreros al aire prosiguen durante un minuto sin señal alguna de que decaiga el entusiasmo. Una persona a tu lado, observando tu mirada de perplejidad, te grita en el oído que se trata del Duque Abdel Adrian, como si con eso lo explicara todo.
Cuando el hombre del podio da señales de que está listo para charla, la multitud obedientemente guarda silencio embelesado a todos excepto a una persona que grita, “¡Te queremos, Abdel!” El hombre en el estrado responde, “Yo también te quiero, Puerta de Baldur,” y el público rompe a gritar y animar aún más fuerte que antes.
Con un nuevo aspaviento el orador atrae de nuevo la atención de la multitud. Durante varios minutos elogia al civismo de Balduran, el fundador de Puerta de Baldur, y expone sobre las virtudes de vivir en comunidad y poéticas reflexiones sobre el futuro.
Entonces de repente, el discurso de Duque se apaga y empieza a mirar a su alrededor entre la multitud. Parece no está mirando a nadie en particular. En realidad, parece estar tratando de buscar a alguien entre la gente. Un murmullo preocupado comienza a surgir de la multitud y por encima de todo alguien grita: “¡Hey! ¡Mirad allí arriba, en la ventana!”
Sin saber a qué ventana mirar, exploráis rápidamente los edificios más cercanos y entre los espectadores asomados a los pisos podéis ver a varias personas armadas con ballestas.
Entonces disparan.

NOTA: Tirad todos Iniciativa en la sección de Tiradas