Prólogo

Puerta de Baldur
Acunada en un meandro del Chionthar y frecuentemente cubierta por las nieblas, Puerta de Baldur se aferra fuertemente a los acantilados de Granito que canalizan el río. Cuidada por el comercio, la ciudad creció desde ser un puerto de piratas y fuerte de granjeros hasta llegar a ser el animado centro urbano que es en la actualidad.

Generaciones han gastado los adoquines de sus estrechas calles, y decenas de miles han vivido sus vidas enteras bajo la larga sombra de sus muros. Las piedras de la ciudad han absorbido la sangre de héroes aclamados y terribles villanos. Al lado y por encima de esas manchas, nobles y plebeyos, ricos y pobres, han haraganeado y trabajado, gobernado y sangrado y han jugado las historias de sus vidas, haciendo de Puerta de Baldur un lugar en la historia, y un hogar para las leyendas.

Un típico día en Puerta de Baldur amanece frio y húmedo, la débil luz grisácea filtrándose a través de las nieblas nocturnas. Las brumas permanecen hasta que el Sol está alto, manteniendo la ciudad inferior cubierta por las penumbras hasta bastante tiempo después de que el día se haya aclarado en la Ciudad Superior.

Habéis llegado a la Puerta de Baldur por un trabajo como guardias para una caravana de bienes que se dirige hacia el sur por tierra desde la ciudad. pero habéis llegado unos días antes de que lleguen las mercancías de Aguas Profundas. Ahora tenéis tiempo de sobra y una ciudad entera para explorar.

A pocos kilómetros de la Puerta de Baldur, un pastor bizco ha tratado de convenceros de dejar vuestros caballos con él en lugar de dejarlos a las afueras de la ciudad. Ahora estáis deseando haberle escuchado. Encontrasteis un lugar para los caballos, pero el precio que estáis pagando para mantenerlos allí es indignante y abusivo.

Debido a que es Día de los Fundadores, no tenéis que pagar el habitual peaje para entrar en la ciudad, pero eso es poco consuelo para las alta tasas de entrada de productos que crean las multitudes.

Habéis estado esperando en la cola una hora, cuando finalmente dejáis atrás el hedor y el ruido de la Ciudad Inferior y pasáis a través de la primera parte de la Puerta del Dragón Negro. En el patio embarrado entre puertas, el traqueteo de herrería, el hedor de las bestias, y los ladridos de los perros se desvanecen un poco.
Observándoos torvamente hacia abajo desde la segunda puerta se encuentra la escultura que da a esta puerta su nombre: un talla de piedra de la cabeza de un dragón negro con la boca abierta, que dicen que es mágico y puede arrojar ácido en tiempos de asedio.

Conforme pasáis por debajo del dragón, unos guardias vestidos con negras libreas y cascos negros con rayas rojas en negrilla os señalan con el dedo y os indican una hilera de raspadores de botas de hierro fijados a los adoquines de la pared. Una vez que habéis limpiado la mayor parte de la barro, otro guardia asiente y os hace pasar para dejar espacio para el siguiente grupo.

En la Ciudad Superior, os impresionan sus muchos contrastes. Las amplias y fangosas calles de la barriada en ruinas del exterior han sido sustituidos por estrechas y empedradas calles, edificios regulares de sólido granito, decorado con puertas y contraventanas de color rojo, azul, y verde. Plantas florecientes caen de las macetas de las ventanas y el aire es más dulce. Ha desaparecido el bullicio de la Ciudad Inferior y el parloteo excitado de la multitud se ha tornado en un respetuoso murmullo mientras todos se mueven hacia El Amplio, la gran plaza del mercado de la ciudad.

Ajusto mi capa y compruebo las correas de mi espada, mi bolsa y mis demás pertenencias. Este lugar está atestado, sin lugar a dudas, lo que he escuchado sobre el mercado de Puerta de Baldur es cierto. Camino con calma entre la muchedumbre, con algo de dificultad trato de evitar empujones y pisotones entre tanto gentío. Contemplo los puestos y mercancías que se esparcen por toda la plaza, así como las esculturas y monumentos que adornan el mercado. A pesar del frío y la humedad, siento una sensación cálida y reconfortante al estar en una ciudad como esta. Mi vida en la norteña y pantanosa aldea donde me crié hace que este paisaje me resulte asombroso y de alguna forma exótico y hermoso.

Las ciudades humanas son caóticas, sucias y llenas de inmundicia. Al haber vivido en las tierras más áridas de Faerum, rodeado de desiertos y vastos paisajes montañosos, este lugar me resulta claustrofóbico y me hace sentir perdido. Mi capa apenas puede protegerme del frío y húmedo clima de esta ciudad. Por suerte, mi piel es bastante dura y a pesar de haber sido templada en zonas cálidas y ásperas, soporto bien la temperatura de la ciudad.
Avanzo entre la multitud, recibiendo algún empujón que otro, pero los peor parados son aquellos que impactan en mi cuerpo definido y duro, curtido por las hostilidades y un duro entrenamiento.
-Puerta de Baldur, hogar de nada y estercolero de muchos- digo en orco.

¡Valla! ¡La gran Puerta de Baldur! Menuda vigilancia, llevo años queriendo visitar este lugar. Aunque me sorprende ver que la seguridad aquí es tan férrea. Imagino que debe ser por esa festividad de la que hablan algunos visitantes. El día del fundador, creo que la han llamado.
Sonrío y observo minuciosamente a la gente que se congrega a mi alrededor. Los guardias no me harán desistir de mi labor como noble "ladrón". Aquí hay suficientes objetivos como para reunir un botín la mar de suculento. ¡Creo que hoy comerás auténticos manjares Aaron! Me digo a mi mismo.

Puerta de Baldur acabo de llegar y ya estoy harta de este lugar. Me he pasado la mayor parte de mi vida viviendo en una cueva por lo que tanto gentío me resulta agobiante e incomodo. En general no he tenido mucho contacto con otra gente y las dos últimas veces acabaron realmente mal. Al pasar junto la imponente escultura del dragón siento una punzada en el corazón. Lo siento, te fallé, pienso con tristeza. El contraste de una parte de la ciudad a otra me sorprende. - Aún no me acostumbro a esto.- Sigo adelante mientras observo mi alrededor.

En las calles de Puerta de Baldur reinaba un silencio sepulcral. Por ello, Rhanloo había supuesto de inmediato que se trataba de un sueño. Después había echado a andar, y ahora caminaba por las ruinas, dejando a un lado y a otro salas vacías, intrigado. A pesar de que no había ni rastro de su ejército de no muertos, el aire parecía tan viciado como siempre; había algo, en alguna parte, llamándole. Un escalofrío, provocado por el filo de metal de sus agujas, le recorrió el hombro izquierdo. Impasible, el nigromante continuó caminando.

En un momento dado, un ligero zumbido, apenas perceptible pero aun así familiar atrajo su atención. Siguió su rastro con facilidad, el sonido se hacía más potente, mas definible a cada paso, de modo que para cuando se encontró frente a él, ya sabía perfectamente de qué hechizo se trataba. Encima del altar, el portal latía. No había ni rastro de su creador; el mágico umbral casi parecía inocente, la promesa de un viaje sin destino ni retorno. Rhanloo miró a su alrededor, buscando a un posible intruso, pero estaba solo. Sin dudar, cruzó al otro lado.

El destello cegador duró, como era habitual, tan solo un segundo. A continuación, se vio rodeado por un paisaje desconocido, aunque a la vez familiar. Se encontraba en la ciudad de Puerta de Baldur de nuevo, pero esta vez no era un sueño. Observo nuevamente a su alrededor y contemplo a la multitud de gente que se reunía en torno a el, pero ignorándolo. Se ajusto su capucha y caminó hacia El Amplio, siguiendo al resto de la muchedumbre. Pensando en aquél sueño y su significado.

El camino hasta aquí no ha sido fácil, pero por fin he llegado a Puerta de Baldur, pienso mientras observo a la gente que camina a mi lado sin siquiera percatarse de mi presencia, tan absortos en sus que aceres. Las piernas me pesan, estoy sucia y apenas puedo mantener los ojos abiertos. Llevo varios días viajando sin descanso, siendo acosada cada vez que intento hacer un alto en el camino.No vas a conseguir que me rinda, puedes mandarme todo lo que quieras, superaré cada obstáculo, pienso. Camino buscando algún sitio donde alojarme. Estaría bien buscar una posada, darme un baño y descansar un poco los ojos, tan solo un instante.... Estoy tan cansada que no me doy cuenta de que tropiezo con alguien, aunque cuando reacciono no veo a nadie a mi lado. Maldición, no puedo tener tanta mala suerte. Digo buscando desesperada la bolsita donde guardo mi dinero, la cual está rasgada y medio vacía. Solo a mí se me ocurre desafiar a un Dios. Rápidamente miro alrededor en busca del ladrón y cuando creo haberlo localizado salgo corriendo en su dirección.

Camino tranquila por las empedradas calles de la ciudad admirando sus coloridos edificios. El olor dulce de las flores me hace recordar y añorar mi hogar del que partí hace meses. Como estarán mis padres, imagino que furiosos porque me fuera a hurtadillas y sin escolta, pienso encogiéndome de hombros. Me ajusto la capa para resguardarme del frío cuando una pequeña ráfaga de aire hace que un escalofrío recorra mi espalda. Sigo a la gente hacia El Amplio, he oído hablar de este mercado y quiero ver las maravillas que se pueden encontrar en el.

Camino junto a mi hermana a través de la gente que se amontona y se dirige al Amplio. - Puerta de Baldur no es como la imaginaba.- Observo la imponente estatua al atravesar el arco.- Compremos provisiones y busquemos una posada donde poder descansar.- Digo a mi hermana mientras giro levemente la cabeza para echar un último vistazo a la escultura. Esta ciudad no es como la esperaba. En realidad, ninguna de las ciudades humanas tiene que ver mucho con las de nuestra raza. Los elfos vivimos en armonía con nuestro entorno, no pretendemos ser ostentosos como los humanos. Especialmente los elfos silvanos. Las ciudades humanas, tales como Puerta de Baldur, son ostentosas, asfixiantes y frías. Monótonas y muy poco coloridas.

Camino asombrada ante lo que ven mis ojos. Al contrario de lo que ocurre a mi hermano Cian. Las ciudades y civilizaciones humanas me resultan fascinantes. - ¿Has visto esa estatua?- Comento al atravesar el arco hacia El Amplio- Y mira cuanta gente y productos hay en este sitio.La mirada contemplativa de Cian lo dice todo. Y es reforzado por su comentario. "Compremos provisiones y busquemos una posada" Esa es su forma de decir: "Pasemos desapercibidos y evitemos meternos en líos" Probablemente preferiría decir algo como: Kadim, vamos a aprovisionarnos y vallamos a un lugar con menos gente, donde no puedas meternos en líos" Seguido de una mirada de desaprobación y clara advertencia. Sonrió al pensar en ello. Cuando alguien pasa corriendo a mi lado, empujándome con fuerza. Al observarlo, soy ligeramente empujada por la mujer que lo sigue. Parece que le han robado. Miro a Cian de reojo y con la mirada lo digo todo.
Corro tras ellos. La chica es posible que necesite ayuda o que incluso el ladrón este tratando de conducirla a una emboscada. Debo actuar.

- Lo siento.- Le digo a la chica a la que acabo de golpear aunque apenas me sale la voz y no creo que me haya oído. Sigo corriendo casi sin aliento persiguiendo al ladrón que callejea sin parar. La mayoría de la gente comienza a apartarse a nuestro paso. Estoy agotada y a este paso no se si en el caso de que llegue a alcanzarlo podré hacerle frente, pero si no lo intento me tocará dormir a la intemperie y eso significaría otro día más sin descanso. Si al menos pudiese utilizar el arco, pero con tanta gente alrededor y en las condiciones que estoy... sería una pésima idea.
El ladrón me lleva ventaja, se aleja cada vez más y veo a lo lejos como gira una esquina. A pesar de mis esfuerzos cuando llego no está. Apoyo las manos en las rodillas intentando recuperar el aliento. - Maldita sea donde se ha metido.- Digo mirando en todas direcciones.

Reina en la ciudad un estado de ánimo festivo que ni la continua llovizna puede frenar. Un mar de toldos de tonos brillantes se extiende por toda la gran plaza de la ciudad, y la gente de todos los estratos de la sociedad y de todas las profesiones se mueven entre los puestos de venta de los comerciantes.
En el lado oriental detectáis un escenario recién construido con una cortina de color blanco brillante adornada con la heráldica de la ciudad, un barco sobre un mar en calma. Vigilados por miembros de la Guardia, individuos bien vestidos y otros vestidos con bandas se encuentran detrás del escenario, al parecer a la espera de que suene el reloj de la Alta Casa de las Maravillas, el famoso templo de Gond.
Parece que hay tiempo antes de que comience oficialmente el festival, y podéis curiosear entre las mercancías exóticas que provienen de todas las esquinas de Faerûn.

Al poco de llegar al callejón, ves a Un pícaro mediano que se ha aprovechando de Rozalia distraída para llenar sus bolsillos con su bolsa de oro.

PD: Kadim y Cian llegan al poco de llegar ella.

De repente, un grito rompe el estado de ánimo feliz. Un comerciante barbudo agarra el hombro de Aron Soahel. “Es la segunda vez que pisa mi capa, señor “, te grita. “O lo estás haciendo a propósito, o eres el patán más torpe que he visto en mi vida!”. “¡Este manto es de seda fina y mira cómo lo has deshilachado! Espero que me compenses el coste”.

PD: Karash y Yoylin están cerca de esta escena.

Una niña que llora ha sido separada de su frenética madre que está tratando de mantenerse firme en contra de la creciente multitud y no deja de llamarla (“¡Elspa!”). Alguien de la multitud golpeará sin querer a la niña derribándola.

PD: Reinarz, Rhanloo y Seoni estan cerca de esta escena.

Corro tras la mujer a la que han robado, que se disculpa al chocar conmigo. Obviamente no esta muy acostumbrada a las persecuciones, o tal vez este cansada del viaje. Como sea, perseguir al ladrón entre la multitud no es fácil. Cuando giran para meterse en una callejón, me apresuro. Al doblar la esquina la veo coger aire y maldecir al ladrón. Aunque este no tarda en aparecer.
-¿Estas bien?- digo acercándome a la chica.- Tranquila, te ayudaremos a recuperar tus cosas.- Digo mientras lanzo una mirada a Cian.

Corro tras Kadim, maldiciendo su maldita impulsividad. Siempre actúa sin pensar, guiada por su instinto y su corazón. Aunque me apena la joven a la que parecen haber robado, no deberíamos inmiscuirnos en esto. Pronto alcanzamos a la chica y su ladrón, a pesar de la dificultad que supone correr entre la multitud.
Al llegar, Kadim se apresura en asegurarse que la joven esta bien. Me mira, se lo que quiere que haga. Suspiro y mirándola con complicidad desenfundo mi arma.
- Hasta aquí has llegado. Devuelve lo que le has robado y te dejaremos marchar.

¿Qué? ¿Me ha seguido hasta aquí? Comienzo a incorporarme para estar preparada, la chica parece tener buenas intenciones, pero aún no se si me puedo fiar de ella. - Si, si estoy bien graci...- En ese momento escucho una voz masculina advirtiendo al ladrón. No me había percatado de la presencia de ninguno de los dos. Sujeto mi bolsa y me giro rápidamente para evitar que el ladrón pueda quitarme el poco dinero que me queda. Desenfundo mi arma y apunto al pícaro que se encontraba tras de mí. - Vas a devolverme mis cosas ahora o no saldrás de aquí.- Digo intentando intimidarle, aunque soy consciente de que ahora mismo no debo imponer mucho.

El llanto cercano de una niña llama mi atención. Al mirar veo como la multitud a separado a un pequeña de su madre que la llama a voces desesperada e intenta acercarse a ella sin éxito. - Por qué la gente puede llegar a ser tan desconsiderada y descuidada. ¿No se dan cuenta de lo que están haciendo? - Digo caminando hacia la niña. Mientras me acerco alguien que no la ha visto la golpea y cae al suelo. Salgo a correr a toda prisa para evitar que acabe pisoteada por la muchedumbre.

Sorprendido, doy una paso atrás y observo sus ropajes. Le dedico una sonrisa encantadora.
- Disculpe mi torpeza caballero, no fue mi intención. Pero las calles El Amplio esta abarrotado y es difícil moverse- Hago una reverencia casi cómica, mientras lo miro de reojo, con especial interés en su bolsa.

La voz de una madre llamando desesperadamente a su hija, capta mi atención. Trato de localizar la escena lo más rápido que me es posible. Cundo veo a la pobre y asustada pequeña, un hombre que no la ha visto la derriba sin darse cuenta. Como un acto reflejo corro hacia ella lo más deprisa que puedo. Pero cuando estoy casi a su altura, una hermosa semielfa de cabellos plateados, exóticos tatuajes y vestido rojo la alcanza. Aun así me acerco para prestar ayuda y asegurarme de que esta bien.
-¿Te encuentras bien pequeña?

Camino pensativo por los puestos del Amplio. Una madre llamando a su hija de forma desesperada, capta levemente mi atención. Pero ignoro sus gritos, hasta que de forma casual veo como alguien derriba accidentalmente a una niña, seguramente se trate de ella. Me detengo un momento, vacilante. Dudando si prestar ayuda a la pequeña y pobre criatura, o ignorar su destino. Dos personas corren a auxiliarla, una hermosa joven semielfa con tatuajes en su piel y pelo plateado. Maga o hechicera sin duda, pienso al ver su atuendo y ese aire que los lanzadores de conjuros poseemos. El otro es un joven de largos cabellos negros y ataviado con una armadura de cuero, capa roja y una espada muy elaborada, tal vez un caballero, noble o guerrero. Ambos alcanzan a la pequeña. Algo en mi se siente aliviado. ¿Por que he dudado? ¿No debería haber ido yo también en su ayuda con presteza? ¿A caso he perdido mi humanidad? Simplemente permanezco inmóvil, observando la escena.

Mientras aparto a la gente que entorpece mi camino, un griterío cercano capta mi atención. Se trata de un humano pomposo que insulta y trata con desdén a un tiflin. Los nobles siempre creen estar por encima de todos, y los tiflin en especial no son muy bien vistos. Este último se disculpa y hace una reverencia excesiva. Capto por el rabillo del ojos como algunos cómplices del primero, están aprovechando la ocasión para robar.
Enfurecido agarro la mano de uno, justo antes de que se haga con la bolsa de une hermosa mujer, con porte de guerrera, piel blanca como el alabastro, cabello oscuro y largo. Luce un enorme escudo de acero, y una espada digna del mejor herrero de los reinos, con forma de dragón en su empuñadura. La chica se da cuenta de lo que ha ocurrido. Mientras me observa, el ladrón trata de soltarse de mi agarre. Nuestras miradas se cruzan, y veo las brasas encendidas de sus ojos, aquellas que solo la búsqueda de venganza son capaces de producir. Algo en mi se revuelve.

Camino entre la gente sin prestar demasiada atención a nada en particular, el mercado es grande quizás demasiado. La mayoría de la gente siempre está pensando en poseer algo nuevo, yo en cambio solo tengo lo que necesito, nada más. Un hombre cerca de donde me encuentro llama mi atención a causa de las voces que está dando. Menudo espectáculo por una simple capa. Cambio de dirección para evitar el alboroto, no quiero verme envuelta en algo que no me incumbe. Al hacerlo me doy de bruces con otra situación que capta mi atención, han intentado robarme y si no llega a ser por un semiorco el ladrón posiblemente habría conseguido su propósito . La sangre hierve en mi interior y mi rabia grita que le corte la mano como castigo. Sujeto la empuñadura de mi espada dispuesta a desenfundarla. Mi mirada se cruza con aquel que me a ayudado, parece tan furioso como yo. ¿Por qué está tan enfadado si no ha sido a él a quien iban a quitar sus pertenencias?

Sonrió a la chica con una mirada reconfortante. -Bien, ya los has escuchado, ladronzuelo. Además, estas en clara desventaja. Devuelve le sus cosas a la señorita y podrás irte sin más inconvenientes. Piénsalo bien, es una buena Oferta.- Digo al ladrón, mientras empuño mi espada, sin llegar a desenvainar. Trato de sonar razonable y amigable dentro de lo posible.

Cian - Kadim - Razalia
El ladrón se detiene, claramente sorprendido. Dura un momento y tras unos segundos arroja el oro robado a Rozalia, a sus pies, para aprovechar la distracción y salir del callejón corriendo y empujando a Cian, para apartarlo del camino.

Aaron, Karash, Yoylin
El hombre sigue discutiendo con Aaron, dejando claro que no esta dispuesto a que la cosa quede en una simple disculpa. Mientras, el ladrón que trataba de robar a Yoylin intenta zafarse de la presa de Karash, sin éxito. Cada vez está mas desesperado y se revuelve con más fuerza.

Rhanloo, Reinarz, Seoni
La niña se muestra asustada. Pronto, su madre da con ella, y se muestra agradecida por vuestra ayuda. Ambas se retiran entre la multitud.

- Elspa, te llamas así verdad, dale la mano a tu mamá y no te separes de ella ¿vale? – Le digo a la pequeña antes de que se marchen. Observo aliviada a madre e hija. – Es agradable ver que aún queda gente buena y considerada – me giro hacia el hombre que se acercó para ayudar a Elspa – gracias por tu ayuda, mi nombre es Seoni. -

No debería dejarle escapar sin más pues alguien más podría correr mi suerte, por desgracia no puedo hacer nada en este momento, mi cuerpo no aguantas más. Me agacho a recoger el oro del suelo. – Siento haberte golpeado antes – digo un poco avergonzada. – No tendríais que haberos molestado, esto no iba con vosotros, pero muchas gracias por vuestra ayuda. – Cuando he terminado de recoger mis cosas me incorporo y me pongo delante de ellos. – ¿Puedo hacer algo por vosotros para agradeceros lo que habéis hecho por mí? -